Oferta turística de Malargüe: cualquier fin de semana puede ser el momento oportuno para una escapada al sur de Mendoza: el Planetario, el Observatorio de Rayos Cósmicos y la emblemática Caverna de las Brujas, algunas de las paradas obligadas.

Malargüe, cuya villa cabecera está justamente considerada Capital Nacional del Turismo de Aventura, es el departamento más vasto y menos poblado de la provincia. Esto lo hace pródigo en parajes solitarios, su geografía lo incluye entre los más fascinantes del país.

En los últimos años el departamento sureño ha multiplicado su oferta turística, que ya no se circunscribe únicamente a su famoso centro de esquí durante los meses de invierno. Por ejemplo, cualquier fin de semana se puede descubrir por qué merece la pena conocerlo y por qué uno se despide con ganas de volver.

Turismo astronómico

Las luces se apagan. Los asientos se reclinan y comienza el show. Nos encontramos en el Domo del Planetario. La pantalla sobre el techo proyecta el cielo malargüino. Y recuerdo una frase de Víctor Hugo: “Lo inaccesible junto a lo impenetrable unido a lo inexplicable, lo inexplicable a la par de lo inconmensurable; esto es el cielo”.

Quien comanda desde una computadora el espectáculo, presenta la temática de este show: agujeros negros. Durante la primera media hora un video nos explica las características de estos elementos que durante décadas han cautivado a  astrónomos, científicos y público en general.

A través de la pantalla nos alejamos de la tierra y nos adentramos en una concisa y clara explicación sobre estos misteriosos elementos dentro de los cuales se detiene el tiempo y se desvanecen  las leyes de la física, tales como las conocemos. La segunda media hora está destinada a las preguntas de los visitantes. Nuevamente, a través del techo que imita el cielo, el guía nos responde. Se acerca a la tierra, nos enseña la Vía Láctea, muestra las últimas galaxias descubiertas, hace un recorrido por los distintos cuerpos celestes que rodean la tierra y despeja las más dispares dudas.

El Planetario ofrece ocho temáticas de shows -para quienes se queden con gusto a poco- y la posibilidad de hacer una visita guiada -alrededor de cuarenta minutos- por el resto de las instalaciones: relojes solares, una balanza que indica nuestro peso -conforme a las respectivas gravedades- en los distintos planetas de la galaxia, una atemorizante maqueta de dinosaurio en tamaño real, son sólo algunos de los atractivos.

Pero cuando se trata de turismo astronómico, la oferta no termina aquí. El observatorio  astrofísico Pierre Auger, dedicado al estudio de rayos cósmicos que llegan desde el espacio exterior, ofrece visitas guiadas a través de sus instalaciones y la posibilidad de profundizar sobre el trabajo que se realiza en este observatorio de fama internacional y único en el país.

Viaje al centro de la Tierra

Malargüe pone a prueba nuestra capacidad de sorprendernos. Redobla la apuesta y aún así, gana una y otra vez. Si durante las visitas astronómicas nuestro asombro tuvo de protagonista el firmamento, en la Caverna de las Brujas nos maravillamos con el otro extremo: el interior de la Tierra.

La ruta nacional 40 indica el camino, luego los carteles nos guían hacia la reserva natural Caverna de las Brujas, vecina al pueblo de Bardas Blancas. Estamos casi 80 kilómetros al sur de la capital malargüina. Allí, se encuentra el cerro Moncol que, a más de 1.800 m.s.n.m,  alberga en su interior un universo que aturde por su particular belleza. Con cascos, cámaras de fotos y linternas nos sumergimos en este laberinto subterráneo.

Al ingresar nuestra guía nos indica apagar las linternas para acostumbrar nuestros ojos a la oscuridad. Afuera el sol del mediodía calienta el aire con un zonda invernal y la temperatura raya  los 30°C; en el interior siempre se mantiene -invierno y verano y cualquiera sea la temperatura externa –  en 10°C. Estamos en la llamada Sala de la Virgen, la más grande y que da la bienvenida. Prendemos las luces y comienza la aventura.

Nuestra guía nos muestra las estalactitas que penden del techo y las estalagmitas que crecen desde el suelo. “Cuando unas se encuentren con otras se habrá cumplido el ciclo de la naturaleza”, sentencia. Sin embargo, para eso falta mucho, casi demasiado: cada centímetro tarda entre 1.300 y 1.600 años en crecer.

A lo largo de dos horas transitamos 200 metros -de los 1.800 que se encuentran explorados- subimos, bajamos y hasta gateamos cuando el limitado espacio lo exige. La visita culmina en la sala de las flores, que debe su nombre a magníficos corales cuyas formas exquisitas se  asemejan a fantásticas flores de ese universo subterráneo. Valeria nos invita nuevamente a apagar las linternas y permanecer un minuto callados: el silencio y la oscuridad son absolutos. Luego desandamos nuestros pasos hacia la salida y dejamos el cerro hipnotizados por lo que acabamos de presenciar.

Más opciones

La oferta turística de Malargüe es vasta y el tiempo siempre escaso. El Museo Regional, con sus piezas arqueológicas y paleontológicas únicas; Los Castillos de Pincheira, con sus imponentes  murallones erguidos sobre el río; el casco de la estancia “La Orteguina” y su historia pionera; el Valle Hermoso y sus atractivos escenarios de pesca; el Valle Noble, con sus paisajes solitarios; El Fortín Malal-Hué, con sus historias de malones y conquistas; la laguna de Llancanelo y su increíble avifauna; la Payunia y sus volcanes, nos quedarán pendientes para una próxima visita.

Sabor local

A los innumerables atractivos naturales que posee el departamento mendocino se suma otro que no es menor: su gastronomía. En este terreno chivitos y truchas son protagonistas, junto con hierbas nativas como el tomillo silvestre y la jarilla, o verduras como la papa, todo aporta sabor al plato.

A la parrilla, a la llama, al horno, en empanadas, en embutidos de chorizo o hasta en unas originales versiones de lasaña o ravioles, son algunas de las crecientes variantes en que se presenta la variada gastronomía que hace del chivo o cabrito el ingrediente principal. Además, cualquier puestero se presta con gustoso orgullo y a precios más que discretos, para preparar uno a la llama o al horno, mientras disfrutamos unos mates al amor del fuego. No en vano, la Fiesta del Chivo durante el mes de enero, convoca a turistas de todas partes.

Cuando se trata de degustar la trucha -presente en todos los ríos de Malargüe- todos los caminos conducen a Cuyam-co, que a 12 kilómetros del centro, se presenta como la opción por excelencia. Este pequeño restaurante ofrece un menú fijo a base de trucha donde el paladar se deleita con las más curiosas y sabrosas recetas. Con un criadero propio que abastece al restaurante,  el comensal puede literalmente pescar su almuerzo.

Fuente: Josefina Cornejo Stewart – Especial para Turismo Diario Los Andes

Esta entrada también está disponible en: Inglés Portugués, Brasil

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