Una visita a las entrañas de la montaña en Malargüe.

Una de las mejores excursiones para hacer en Malargüe es la visita a la Caverna de las Brujas, donde te metés literalmente dentro de la montaña, una aventura de esas que pocas veces tenés oportunidad de experimentar, y donde te encontrás con extrañas y hermosas formaciones naturales.

La Caverna de las Brujas es una cavidad natural formada en la montaña hace miles de años por acción del agua que, en tiempos donde esta zona del planeta estaba bajo el océano, diseñó profundas y largas galerías subterráneas, a algunas de las cuales hoy se puede acceder. Dentro del lugar, que en total es enorme y del que sólo se recorre una pequeñísima parte, uno puede apreciar distintas formas en las piedras, destacándose especialmente las estalactitas, estalagmitas y los velos, todos formados por el depósito de diversos minerales transportados por el agua y que han quedado en estos lugares. Si bien a simple vista así parece, ninguno de ellos está hecho de hielo. También pueden verse formaciones que parecen corales.

 

Estalactitas y estalagmitas. Las estalactitas están por todos lados y generan figuras raras en las paredes y techos. Diferenciar estas formaciones minerales es relativamente fácil aunque uno no seas ningún experto en geología. Las estalactitas son aquellas que “cuelgan” desde el techo y se extienden hacia el suelo como queriendo alcanzarlo. Las estalagmitas son exactamente lo contrario, aquellas que crecen desde el suelo y parecen querer tocar el cielo. En ocasiones, ambas formaciones se unen, y pasan a ser una “columna”. Por su parte, los velos no requieren mayor explicación, con solo verlos en la foto ya te das cuenta de cuáles son.

Corales. Otra cosa que se pueda apreciar dentro de la caverna son las formaciones coralinas.

 

La Caverna debe su nombre a una leyenda que le atribuye haber sido uno de los lugares de encuentro elegidos por las brujas para realizar sus rituales. Según cuentan, los pobladores de los alrededores solían notar luces y sonidos extraños; y estos se debían a las reuniones que se daban en su interior, donde las brujas prendían fuego y danzaban a su alrededor. Estos encuentros solían durar 4 o 5 días y en ocasiones no se las veía salir de la cueva durante todo ese tiempo. Incluso, algunos pueblerinos decían haber escuchado el llanto de un bebé proveniente del interior, en plena noche. No se qué tan cierta será la historia, pero lo que sí puedo asegurarles es que la máscara que usaba la bruja principal quedó grabada en la piedra de la caverna.

La caverna está compuesta por 3 corredores que se internan en la montaña, pero el del medio es el que está habilitado para el turismo. Unos 20 metros por encima de este se encuentra el nivel alto, y desde el corredor principal parten también algunas cavidades que se dirigen hacia abajo, conformando el tercer nivel. Ni el de arriba ni el de abajo pueden visitarse ya que son demasiado peligrosos para transitarlos: una caída en plena oscuridad desde 20 metros no es joda. Y cuando te digo “plena oscuridad”, creéme que es plena.

Originalmente la caverna se encontraba dentro de una propiedad privada cuyo administrador notó la gran afluencia de gente que la iba descubriendo, y vio el negocio. Así es que logró que los dueños se la concesionaran y comenzó a explotar comercialmente el turismo. En esa época cada guía preparaba su recorrido y se visitaban hasta 12 salas, dependiendo del estado físico de cada contingente. Pero luego debido a la gran cantidad de visitantes los dueños decidieron acotar el circuito a 6 de ellas. Por común acuerdo de los guías se definió que se llegaría hasta la Sala de las Flores.

Finalmente el estado expropió el lugar y se hizo cargo del tema, conformando una Reserva protegida por ley y con presencia de guardaparques todo el tiempo en el puesto al pie de la montaña. Por razones de seguridad también se decidió limitar las visitas hasta la Sala del Encuentro, la última de las 4 que hoy se pueden conocer en una excursión que lleva unas 2 horas caminando dentro de la montaña. Quedó afuera la Sala de la Música, la cual está llena de velos que tienen la particularidad de tener diferentes sonidos. Según nos dijo la guía, en esta sala los velos recrean cada una de las notas musicales, al punto que hace varios años atrás, cuando aún se la visitaba, uno de los turistas tocó los acordes de una canción con ellos.

No todo es sonido igualmente dentro de la caverna; muy por el contrario a pesar de la oscuridad, las linternas que llevamos en los cascos hacen que las imágenes sean protagonistas de la excursión. Las luces dan diferentes colores, tonalidades y hasta formas en las rocas, e incluso en alguna estalagmita la luz de la linterna se concentra y, luego de algunos segundos de “carga”, al apagar la linterna la formación sigue brillando con un color fluorescente medio tenebroso, como para que te acuerdes que ahí mismo es donde bailaban las brujas.

Para visitar la Caverna de las Brujas tenés que sacar un turno en el centro de información turística que está a la entrada de la ciudad de Malargüe, ya que la única forma de entrar es con un guía y estos llevan un cierto cupo de turistas por vez. Si contratás la excursión en una agencia de turismo evitás realizar este trámite por vos mismo. Llegar con el auto es muy fácil: saliendo de la ciudad hacia el sur por la RN 40 recorrés casi 70 km hasta llegar a las cercanías de Bardas Blancas, donde cruzando el puente del río está la señalización para desviarte a la derecha y recorrer los restantes 8 km de ripio hasta la reserva.

Ahora ya sabés qué es la Caverna de las Brujas y cómo llegar. Si te gusta la aventura e internarte en lugares inhóspitos no podés dejar de ir, ni tampoco de llevar un abrigo (si vas en verano) porque en el interior hacen unos 10°C constantes. Un detalle importante a tener en cuenta es que sólo pueden ingresar mayores de 4 años, y los menores de 6 visitan únicamente la primer sala. La visita tiene cierta dificultad, especialmente por caminar entre rocas alumbrándote únicamente con la linterna que llevás en la cabeza, tener que pasar por pasadizos estrechos como El Paso de la Monja o por túneles donde hay que agacharse, pero no se necesita tener una condición física en especial. Igualmente, un buen calzado con el que pises firme te va a venir muy bien.

Los guardaparques de la zona también habilitaron un nuevo sendero que busca mostrar la flora del lugar y que incluye un sector paleontológico, además de un mirador para observar cóndores.

 

Fuente: ahicitonomas.com.ar

Esta entrada también está disponible en: Spanish Portuguese (Brazil)

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