Aunque el título parezca una locura, fue real, una locura linda y apasionada. Intensa en todos los sentidos y una de las mejores visitas que tuve en los 15 años que viajo mensualmente a Mendoza.

Intensa no sólo por el ritmo y la cantidad (muchas cosas pocas horas) sino por la calidad de la pasión transmitida por todos los que nos recibieron y que nos regalaron sus más profundos conocimientos.

Con dos horas de retraso, finalmente aterrizó en Mendoza el vuelo 1412, acompañada de grandes especialistas cafeteros ávidos de conocer la ciudad del vino y su gente.
José Arreola, tostador mexicano y encargado de abrir la mayor cantidad de competencias de barristas del mundo; Ensei Neto, el gurú brasileño del conocimiento sobre el comportamiento del café de la planta a la taza, y yo, subimos al auto de Mauricio Boullade, con destino a Gualtallary.
Pocos kilómetros antes de llegar recibimos en llamado de Juampi Michellini alertándonos sobre el posible paso del Zonda por la zona, y ahí entendí porqué se movió tanto el avión. Como ni los visitantes ni la que relata habíamos visto al señor viento decidimos ir igual y así nos pasó su cola a medio camino. Pero en cuanto la nube de polvo bajó, los picos nevados del hemoso Tupungato (mirador de estrellas) enmarcaron a la derecha el viñedo Adriana de Catena Zapata y a la izquierda el cartel que indicaba la bodega de Zoral Wines 2 km.

Definitivamente los Michelini están locos, son los únicos que construyeron una bodega a esa altitud y en medio de la nada. Solita, pequeña y generadora de los mejores vinos locales. Juampi, Gerardo y Matías, nacieron y viven en Tupungato, y son los más baqueanos de todo el condado. Asi es que cada uno comparte su vida con mujer e hijos en la zona y tanto está en la sangre que el mayor de Gerardo y Andrea Mufatto, Manu de 19 años, ya va por su segundo vino Plop, el primero fue un exitoso rosado.

Nos recibicieron los Miche, el Zonda y los famosos huevos de cemento, algunos intervenidos por artistas. Los huevos, utilizados originalmente por ellos,  son unos sistemas de fermentación y guarda que se van replicando en las bodegas mendocinas.

La novedad de la visita fueron las grandes ánforas y el nuevo sistema de esfera que están desarrollando.

Con el Eggo, el Jijijii, blanco y tinto y el Zorzal en mano partimos todos a Salentein en donde Lorena Cepparo nos recibió a las cuatro de la trade con una mesa encantadora en el restaurante frente a  la imponente cordillera. Entre empanadas, exquisita carne al punto exacto y un especial apple pie enrollado con helado de canela fuimos degustando también los íconos de la bodega mejor preparada para el turismo en el Valle de Uco. Capilla para todos los credos, instalaciones que acompañan a los viñedos, galería de arte, posada, restaurante único, y una bodega que al ingresar se siente como una catedral.

El rally continuaba hacia una nueva aventura, debíamos llegar antes de que oscurezca a reconocer los suelos de Altamira, las caliacatas de Piedra Infinita nos estaban esperando. A las 17.30 en punto vinos a buscarnos el alma patter de la bodega argentina nominada entre las cuatro mejores del Nuevo Mundo. Pepe Zuccardi estaba listo para llevaros a vivir una nueva experiencia en y de altura, ni bien Ensei Neto, antes que todo músico, hiciera de las suyas con una melodía en el piano de la catedral de barricas.

Cuarenta minutos nos separaban de la nueva bodega de la familia Zuccardi y en el camino Pepe nos contó  sobre  las investigaciones, especialmente sobre suelos, que vienen haciendo hace diez años  al mando de Sebastián Zuccardi, su hijo.

Entendimos que los suelos son la huella digital del vino y quien le dará su  identidad y que la composición del suelo puede variar cada diez metros. O menos. En definitiva ahí estarán las grandes diferencias en el sabor, y la textura de los vinos. “El lugar es como la música y la variedad es el instrumento”, nos aclaró Pepe, “son conceptos que no deben prostituirse ya que son temas que van a llevar mucho tiempo de investigación”

Las calicatas son grande pozos que hoy se realizan para investigar las características del terroir y poder entender cómo serán y como tratar a las plantas que crezcan allí. Más arcillosos, drenarán menos, más pedregosos lo harán más, pero también hay capas de uno y otra y dependerá su formación.

En toda la zona del valle de Uco, el tipo de piedra que se encuentra es calcárea lo que le aporta a los vinos allí producidos más o menos atributos de mineralidad. Con esta info y mucha más llegó la hora de probar los vinos. Una experiencia precedida por otra:  entrar casi a oscuras, iluminados por la luna y las linternas de los teléfonos, a la bodega que están aún edificando pero que ya vinifica hace dos temporadas.

Eran las 20 y Laura Principiano, la enóloga a cargo,  nos esperaba con una decena de botellas que fuimos probando para primero entender las diferencias de los suelos y luego por supuesto disfrutarlas.

Seguimos la charla con Pepe Zuccardi en la hora y media del viaje de vuelta al centro de Mendoza  y terminamos la noche con una suculentos platos gourmet en María Antonieta descorchando un espumante Alma 4 y un auténtico Zuccardi Q.

Ocho horas más tarde, conocimos a Ernesto (Nesti) Bajda, enólogo en Catena Zapata que nos llevó desde el centro hasta Luján de Cuyo para conocer sus nuevas creaciones. Apasionado por la investigación, protagoniza los nuevos descubrimientos del centro de formación y desarrollo creado por Nicolás Catena hace unos veinte años, pionero en la investigación vitivinícola. Los suelos son también una de sus materias favoritas, de hecho fueron los primeros en llevar un viñedo a la altura de Gualtallary con Adriana.

en las calicatas armadas dentro de peceras en la bodega, por primar vez lo degusté en un vino blanco. Y fue un camino de ida. Acaban de lanzar el White Bones y White Stones, o Piedra blanca y Hueso blanco, en donde la mineralidad del segundo lo convierte en un regalo de brillo, acidez y elegancia al paladar, es un “vino liquido como lo llaman sus creadores, Nesti Bajda y Alejandro Vigil. Desde la terraza de la bodega, el Cordón del Plata en la Cordillera de los Andes se imponía nevado enmarcado por un cielo azul y una temperatura muy cálida para un agosto cuyano.  El zonda seguía marcando alerta amarilla en algunas zonas.

Bajamos la pirámide que caracteriza a la bodega y nos metimos en la increíble sala de cata en donde se guardan las mejores joyas de la familia, sus vinos. En su mesa cuadrada nos dispusimos a degustar una docena de vinos y una cata vertical del maravilloso Nicolás Catena 2001, 2006, y 2011.

El reloj marcó las treinta pasado el mediodía y nos despedimos encantados de Ernesto para ser recibidos 500 metros más adelante por Soledad Vargas, la enóloga de Finca La Anita.

Manuel Mas, su creador, estaba en Buenos Aires pero había dejado todas las indicaciones para nuestra visita. Creada a fines de los ochenta, Finca La Anita es lo más parecido a un chateaux francés, una pequeña bodega que realiza varios de los grandes vinos argentinos y que utiliza sólo las uvas que tiene en sus viñedos.
Pero la tradición de la bodega boutique no se quedó con el paso del tiempo sino que se aggiorna constantemente tanto con tecnología  así como con las distintas maneras de vinificar que se implementan las ideas y la experiencia de su enóloga, sellos estilísticos, propuesto un poco como juego por el gran Miguel Brascó. Desde los tanques probamos las cosechas recientes de malbec y luego en botella el de Finca la Anita, el Luna y el ícono Varúa Cabernet Sauvignon 2013 que nos llevamos a la bellísima mesa que Rosa dispuso bajo la morera en medio de la finca para experimentar un verdadero almuerzo mendocino. Con la cordillera y los viñedos al fondo y los vinos sobre la mesa del horno de barro salieron las carnes y vegetales que homenajearon a nuestros cuerpos.

Flan con nueces y un infaltable café de prensa francesa fueron el cierre de las encantadoras horas que vivimos en Mendoza rodeados de conocimiento, paisajes imponentes, temperaturas extremas, espectaculares vinos, historias de vida y sobre todo acompañados por grandes personas.

Gracias a todos por abrirnos sus casas y sus corazones.

 

Fuente: La Nación, Mundo gourmet por Sabrina Cuculiansky

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