A 115 kilómetros de la Ciudad de Mendoza, hay un bosque perdido en el desierto, la reserva telteca, un espacio provincial protegido y casi inaccesible.

Lavalle, Reserva Telteca, día templado y con viento suave. Nos adentramos en pleno desierto de ese departamento. El clima no sólo acompaña sino que invita a conocer las costumbres huarpes, la vida en el secano, la realidad de los 30 puestos en los que viven los lugareños y la flora y fauna autóctonas.

La Reserva Telteca se creó en 1985 con el objetivo de proteger a las especies animales y vegetales del noreste de Mendoza. Principalmente al algarrobo dulce, que estaba siendo talado de forma indiscriminada y corría por ello peligro de extinción.

El nombre del espacio ecológico deriva de los vocablos “teñc teca”, que significan ‘fruto maduro del algarrobo’ y se usa para preparar alfajores. Ése, con sus 15 metros de altura, es el árbol que más abunda en la zona. Al tiempo que se alza como el más alto de la flora provincial.

Resulta complejo poner en palabras la belleza y la magia aborigen de las más de 38 mil hectáreas que componen el lugar. Un cuis escurridizo, la sombra de un chañar, el aroma a jarilla y el aire templado en el rostro predisponen para un recorrido prometedor.

Es que los guardaparques que habitan el área, mejor dicho, que cumplen con la misión y el desafío de cuidar ese sitio ancestral, entendieron que tanta naturaleza viva y pura no podía ser sólo para ellos. Fue así como armaron, con ayuda de los puesteros -huarpes o descendientes de- tres senderos turísticos para invitar a mendocinos y extranjeros a conocer el lugar.

“Los senderos fueron realizados con mucho esfuerzo. La gente de los puestos que se ubican dentro de la reserva telteca colaboró mucho. Fueron declarados de interés por la Cámara de Diputados”, cuenta el jefe del cuerpo de guardaparques.

El objetivo de este emprendimiento es tan auténtico que ni siquiera busca un lucro económico. “Queremos dar a conocer la historia -aún viva-, de los huarpes que hace muchos años habitaron aquí, y resguardar los mejores bosques de algarrobo de Mendoza. Por eso pedimos que se declarara de interés”, explican orgullosos los guardaparques de la Reserva Telteca.

Punto de partida
Empezamos entonces recorriendo “El hombre en el desierto”, que recrea la forma en la que el puestero se adapta a las adversidades climáticas del secano. Podemos ver, por ejemplo, una casa de quincha (tipo de vivienda), hecha con barro, pasto y guano de animal.

“Es gente muy sabia porque la elección más inmediata sería hacer una casa de arcilla. Pero ellos supieron que ese material no sirve porque se cuartea y la casa se cae”, relata el guía, descendiente de familia huarpe.

También encontramos un pozo balde (aljibe), un mortero (para moler el fruto del algarrobo), un horno de barro, un corral y hasta un jagüel (especie de camino hacia la napa de agua para que los animales puedan saciar su sed). Todo está hecho de algarrobo y con creativos espacios de sombra alrededor.

«No es algo que diga yo, sino que científicos del Cricyt descubrieron que la arena llega a los 70°C cuando hace mucho calor. Entonces, todo lo que ellos construyen necesita un espacio de sombra”, relata nuestro guía.

El segundo circuito es el “Botánico”, donde se pueden ver las plantas autóctonas con sus usos medicinales y, por momentos, algún que otro cuis que se cruza entre los arbustos. Chañar, retortuño, tupe, albaricoque y retamo son algunas de las tantas especies que encontramos en el recorrido.

Pero el más interesante es, sin duda, el algarrobo dulce, que integra el llamado ‘bosque telteca’. Este bondadoso árbol es conocido como especie paragua, ya que por su forma da vida a la comunidad vegetal y animal que lo rodea.

Puede, por ejemplo, un águila coronada (especie en peligro de extinción a nivel mundial) hacer un nido en sus ramas, al tiempo que las mismas sirven para dar sombra a arbustos que de otra manera no podrían sobrevivir.

“Conociendo Telteca” es el sendero que completa el itinerario. Consiste en un paseo auto-guiado por carteles explicativos y destinado, principalmente, a la curiosidad de los niños.

Es que en lo que va del año más de 8 mil chicos han visitado la reserva telteca. Desde las escuelas se organizan excursiones para que los alumnos tomen contacto con la naturaleza, aprendan y terminen, por último, rodando médano abajo por los “Altos Limpios”.

Bosque inaccesible
Quien va por primera vez a la reserva telteca y no sabe con qué se encontrará imagina, casi seguro, que podrá ver los bosques de algarrobos. Sin embargo, los mismos se encuentran alejados de la zona turística y no pueden visitarse. Esto no sólo es para resguardar la especie sino para evitar que las personas se expongan al peligro que representan los pumas que habitan esa zona.

Entendiendo que esto puede resultar una frustración para quienes arriban allí con dicha expectativa, los guardaparques se encargaron también de producir un video con imágenes de ese espacio inaccesible al público.

En el “Centro interpretativo”, habitación aledaña a la casa de los policías ambientales, puede verse el audiovisual que dura 14 minutos. Allí, también hay artesanías, utensilios y esculturas rescatadas de la cultura huarpe de todo Mendoza.

Fuente: Diario Los Andes

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