Un grupo de arqueólogos a cargo de Osvaldo Sironi recupera el pasado mendocino desde el piedemonte.

En la zona del piedemonte mendocino conocida como Divisadero Largo, un grupo de arqueólogos realiza excavaciones y relevamientos en lo que fue la mina La Atala, en un proyecto que reúne dos investigaciones, la que realiza desde el 2000 el Centro de investigaciones Ruinas de San Francisco (CIRSF), a cargo de Horacio Chiavazza, y la del proyecto “Arqueología Histórica Industrial: explotaciones mineras en el Noroeste de la Provincia de Mendoza”, a cargo de Osvaldo Sironi, becario del Conicet y que enmarca este trabajo en el desarrollo de su doctorado en Historia bajo dirección de Chiavazza.

Desde hace algunos años, Sironi se sumó al equipo del CIRSF y desde allí avanzó en el análisis de materiales vítreos arqueológicos, desde donde proyectó su doctorado en el desarrollo de una arqueología industrial con énfasis en el estudio de las condiciones de vida en los emplazamientos mineros de precordillera, tema que desde el 2004 venía desarrollando Chiavazza con su equipo en el área de Villavicencio.

En los adelantos del trabajo que realizan, Sironi señala que en la zona se identificaron restos de edificios de fines del siglo XIX hasta mediados del XX, lo que coincide con lo que tanto él como Chiavazza explicaron, en diálogo con MDZ Online, sobre las excavaciones y los relevamientos que realizaron en las últimas semanas en la antigua mina La Atala.

Fuente de alumbrado callejero

¿En qué consiste esto de realizar una investigación sobre las antiguas explotaciones mineras locales? De acuerdo a lo que explica Chiavazza, este trabajo se enmarca, dentro de lo que es la arqueología histórica, en la arqueología industrial, es decir, “los procesos de producción de la industria minera en Mendoza, tratando de analizar la secuencia histórica, incluso de etapas prehispánicas hasta tiempos recientes, para, en definitiva, tratar de conocer cómo vivía la gente en estos complejos mineros en relación a ciertos sistemas productivos”.

Para esto, los resultados de los trabajos desarrollados por Sironi en el piedemonte serán comparados con los que dirige Chiavazza en minas de la precordillera.

Pero, en cuanto a la situación de la mina La Atala, Sironi destaca que “la particularidad que tiene este complejo está en las dos fases de ocupación, una a finales del siglo XIX, para la obtención del esquisto bituminoso, una especie de roca madre del petróleo que mediante procesos de fundición y otras técnicas produce un aceite que sirvió para el alumbrado público de la Ciudad de Mendoza, y después, a mediados del siglo XX, en una segunda fase de ocupación, como autoabastecimiento de la energía para la producción de cemento, alrededor de la década del 40”

En la búsqueda de las condiciones de vida de quienes explotaban la mina La Atala, los investigadores resaltan que uno de los resultados importantes surge del análisis de los materiales vítreos, a través de los cuales se pueden conocer las condiciones de salubridad de la sociedad, ya que aportan datos sobre el consumo de alcohol.

Y llaman la atención sobre la escasa relación que los materiales hallados hasta el momento guardan con el género femenino. “A diferencia de otros emplazamientos mineros, no se detectan diferencias de género por ahora. Sí hay zapatos masculinos, porque se supone que en una mina hay hombres trabajando, pero en otras investigaciones en precordillera se detectaron un zapato de mujer, bolitas que usaban los pibes para jugar, pizarritas para escribir, cuentas de collar”, lo que hacía suponer la presencia femenina y de niños en las explotaciones, explica Chiavazza.

En este sentido, Sironi agrega que, cuando se trata de emprendimientos mineros, se manejan tres hipótesis respecto de la presencia o no de mujeres. “En base a la mención permanente en las fuentes documentales sobre la falta de mano de obra para las explotaciones mineras, puede ser que se haya contratado mano de obra femenina, también puede ser que se permitiera a los jefes mineros el traslado con sus familias o que se produjera la contratación de prostitutas, como ha pasado en ciertos casos, como en algunas minas de Chile”, explica, aunque de esto último, por supuesto, no haya registros escritos.

La vida en las minas

“Toda la evidencia material te lleva a plantear una nueva mirada sobre los actores que están allí, y sobre todo de las conductas”, plantea Chiavazza respecto del trabajo de investigación relacionado tanto con la mina La Atala como con otras que se ubican en la precordillera.

En el caso específico del proyecto minero de Divisadero Largo, la mirada se posa “en los materiales que se invirtieron, lo que te habla de la energía invertida para producir esos espacios, y por otro lado la arquitectura en sí misma, el análisis del uso de los espacios, lo que nos está dando algunas pistas sobre cómo se estructuraba la vida”, agrega Chiavazza.

Los trabajos realizados en el sitio dieron como resultado la detección de “un nivel de ocupación de mediados del siglo XX, con utilización de adobe, ladrillo y rocas de la zona y uso de cal, y en cuanto a otros materiales, es muy poco, por lo que podemos estar ante una ocupación que probablemente no sea como las que hemos estado trabajando en puna, tal vez a La Atala iban por un tiempo corto, no hay una permanencia”, sostuvo Chiavazza.

La organización de las minas puede recuperarse mediante la observación de la arquitectura y la forma en la que esta se presenta. “Si comparamos los complejos mineros, hay algunos que tienen habitaciones contiguas comunicadas, otros en los que son habitaciones contiguas sin comunicación, sólo con acceso desde afuera, a veces comunicadas a un patio que forma una galería o desde el que se controla el acceso a todas esas piezas, es decir, son distintas formas de estructurar los complejos mineros, que entre Paramillos, La Atala y Los Hornillos están dando, para el mismo período, distintas modalidades, que se relacionan con el tipo de producción”, detalla Chiavazza.

Con estos elementos, pueden identificar en qué complejos mineros se agrupaba más gente, hechos que pueden estar relacionados tanto con la ubicación de las minas como con la producción de estas y el material que se extraía.

“En el caso concreto de La Atala, estamos analizando cómo funcionaban los espacios productivos, extractivos de recursos, que se hacía para aportar a la Ciudad de Mendoza, concretamente, para su iluminación, y luego con la activación de un nuevo elemento que se introduce y revoluciona los métodos de construcción, que es el hormigón, el cemento”, concluye Sironi.

El sentido histórico de los espacios

Sironi y Chiavazza explican que las investigaciones sobre los procesos de extracción en piedemonte y precordillera aportan información sobre cómo se relacionaban estos con la vida en la ciudad.

“La investigación también apunta a dotar de algún sentido histórico las ruinas del complejo minero de La Atala, que están bastante abandonadas, y tratar de atarlas a circuitos turísticos desde la Municipalidad, por ejemplo. Entonces, tratamos de articular desde el CIRSF una investigación que se suma y aporta fundamentalmente a la investigación de Sironi y cierra la idea de obtener un documento que le permita a la Dirección de Recursos Naturales tener un plan de manejo de esas ruinas, porque yo estoy haciendo un monitoreo desde 1999, más o menos, y he detectado varios deterioros naturales”, concluyó Chiavazza.

En las excavaciones realizadas en La Atala participaron alumnos de la carrera de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo como apoyo y monitores y estudiantes del espacio curricular de Arqueología e Historia Regional de la Tecnicatura Superior en Conservación de la Naturaleza, del Instituto de Educación Física, quienes realizaron su evaluación práctica en trabajos de campo arqueológicos.

Alejandro Frias, Mdzol: 10 de Julio de 2013

Esta entrada también está disponible en: Spanish Portuguese (Brazil)

¿Qué te pareció la publicación?

Loading Facebook Comments ...