El pueblo es ideal para realizar caminatas y paseos en bicicleta por sus calles arboladas, con muchas palmeras y una vieja estación de tren que habla de la antigüedad del lugar.
Enclavada en Luján de Cuyo y cercana a la capital de la provincia, Chacras de Coria forma parte de los paseos imperdibles cuando se llega a Mendoza. Se la admira por su microclima, por las características de sus pobladores y por haber conseguido mantener un estilo de vida tranquilo y en contacto con la naturaleza.
Deambulando por sus callejuelas en semicírculo, fuimos imaginando quiénes vivían en cada una de las viejas casonas, algunas de adobe. Muchas de ellas tienen su propia historia porque fueron construidas por familias tradicionales que, viviendo en la ciudad, buscaban un refugio de fin de semana o veraneo en las “chacras”.
Muchas de sus calles llevan el nombre de sus primeros pobladores y justamente Coria era el apellido de una de las primeras familias que se instalaron en el lugar. De a poco la población fue tornándose permanente y entonces se formó un pequeño centro cívico que hoy reúne una plaza, la iglesia y el edificio municipal. Además de familias mendocinas, viven allí muchos artesanos que son reconocidos por las piezas de diseños originales que venden en los negocios de la zona.
Una de sus características principales es su vegetación tanto en las calles como en las viviendas particulares. En las primeras, enormes árboles con ramas colgantes llegan casi hasta el asfalto y parecen cortinas vegetales. Muchas casas apenas se intuyen desde afuera porque están cercadas por muros verdes de hiedra que impiden la vista hacia el patio interior. Casi todas cuentan con piscina y galerías techadas y vidriadas hacia su jardín. Varios hoteles boutique se camuflan entre esas residencias y son muy apreciados por el turismo extranjero.
“La primera vez que me instalé en este pueblo fue en el alojamiento Casa Argento de Argento Wines, que es una especie de cortijo, media manzana cercada por un muro, que contiene varias construcciones, un jardín precioso y una pileta que habría de ser una salvación en los días de 42°C que nos regaló esta provincia durante la primera semana del año.
Desde aquí escribo esta nota, a la sombra de un olivo añoso, que ya avanza en la generación de sus frutos que, algún día nos regalarán un exquisito aceite «primera presión en frío» (atenti con este dato insoslayable para degustar un buen aceite) o unas aceitunas preparadas como mejor sean de su gusto.”
Más de Chacras. Le contaba que es un lugar que queda a la mano de todo, porque partir desde aquí a cualquiera de las bodegas que se desean visitar es realmente un paso. Todos los accesos están a tiro de piedra, como para ir y volver con la mayor comodidad.
El lugar tiene habitando a muchos mendocinos que lo eligen como lugar de residencia, como los porteños eligen barrios cerrados. Por momentos, caminar por sus calles da la sensación de andar por los alrededores del barrio de la Barra de Tijuca, donde suelo alojarme en la casa de la familia Miranda en Río de Janeiro. Mucho verde por todos lados, y sintiendo el constante murmullo del agua que corre por las acequias, autoras del milagro mendocino de haber convertido un desierto en un vergel.
Pero también tiene una fauna compuesta por gente que viene a veranear, aprovechando una oferta de casas para alquilar de excelente nivel, amén de posadas u hoteles boutique de los que he escuchado hablar muy bien.
Si algo destaca a Chacras de Coria es que se ha convertido en un polo gastronómico reconocido por la excelencia de sus propuestas. Sobre las calles Viamonte y Mitre se encuentran restaurantes y parrillas donde se sirven especialidades regionales y cocina sofisticada. Para muchos, es una parada obligada para un almuerzo exquisito de paso hacia el Camino del Vino. Los que viven en la city no se pierden la movida gastronómica de primer nivel que ostenta la villa.
Pero esto de la gastronomía, también beneficia a los que nos alojamos en casas y el salir de compras en busca de vituallas se convierte en un placer total. Hay panaderías como «La Veneciana» que todo el tiempo que está atendiendo, y lo hace hasta bien tarde después de la caída del sol, repone constantemente en sus mostradores pan recién horneado, por lo que es imposible no irse sin una baguette entre tibia y caliente, sea la hora que sea.
Hay verdulerías-fruterías por todos lados, con los productos traídos de las huertas el mismo día, y donde, por ejemplo, se conserva la costumbre de calar la sandía para asegurarle la excelencia de la calidad del producto que está comprando. Personalmente tengo que retroceder muy lejos en mi memoria para recordar cuando esto sucedía también en Buenos Aires.
Los numerosos restaurantes, son del perfil de comida casera-casera. Con pastas amasadas en el día y rellenas solamente de lo que le dicen que son. No me venga con que no sabe qué quiero decir con esto…En nuestra patria chica portuaria, salvo honrosísimas excepciones, los ravioles «con pollo» lo que quiere decir que un mínimo de un 50% es miga de pan mezclado con el relleno que aporta su nombre, cuando no otras cosas que mejor ni saber de qué se trata.
También la parroquia que está frente a la plaza se ha puesto de moda, y lo chic es casarse en ella. Así que los sábados hay cola de novias esperando para vivir su momento de gloria. Y el cura, para no hacer esperar demasiado a las impacientes que se están preparando para dar el buen o mal paso -depende de cada uno como lo considere- exhorta a los parientes y amigos de los recién casados, trasladar la ceremonia del saludo y el homenaje ¡a la plaza!, y así se libera la iglesia más rápidamente.
¡Manos a las copas! Hay muchas bodegas cercanas para conocer…y recorrer bodegas no se puede decir que sea un «poner manos a la obra», sino que es un deambular incansable de barrica en barrica, copa en mano, probando las propuestas en vinos que el mercado habrá de conocer con suerte a partir de fin de año.
Fuentes: La Nación por Alejandro Maglione y WelcomeArgentina, por Mónica Pons/Eduardo Epifanio
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