El turismo rural es una actividad innovadora que conjuga muchos y ricos aspectos: paisajes naturales, fauna, flora, arquitectura y gastronomía regional, folklore y tradiciones que son preservadas celosamente por nuestro pueblo, pues constituyen la identidad de una Mendoza que se proyecta al mundo.
Su geografía presenta tal diversidad de ambientes –montañas, desiertos, lagunas, cavernas, volcanes, ríos y valles– que se torna escenario natural para la práctica del turismo rural, la aventura y el ecoturismo.
También para recorrer los intrincados y rústicos caminos de los Andes avistando aves, flora y fauna, en safaris fotográficos o, simplemente, escuchando los sonidos de la naturaleza andina.
Las particulares manifestaciones culturales, las artesanías, la música, las danzas, las fiestas regionales, las comunidades aborígenes y las reservas de flora y fauna, le dan a los distintos recorridos un mayor interés. El turismo rural es regresar a la naturaleza en un apasionante encuentro con la vida en verde.
Esta forma de disfrutar el tiempo libre en Mendoza toma características especiales, pues los espacios rurales son oasis, donde la producción es posible gracias al aprovechamiento del agua de deshielo de los ríos cordilleranos y el trabajo del hombre. Esta mágica conjunción, que tiene origen en la época precolombina, ha permitido ganar espacios a un territorio desértico, que impone su misteriosa belleza en las alturas de Los Andes y en los arenales del desierto que se extienden hacia el este provincial.
El turista puede ver el contraste del paisaje natural y los oasis productivos de una provincia, que sólo con el 4% de su superficie cultivada de su territorio, es la principal productora de vinos del país. Esto sólo es posible por la excelente administración del sistema de riego artificial en zonas desérticas.
La opción de turismo rural permite conectarse con la naturaleza y sus habitantes, a través de distintos recorridos y participando de los trabajos de campo: siembra, cosecha, poda, elaboración de productos artesanales o doma de animales, entre otras tareas, y degustando típicas comidas caseras, quesos, dulces, chacinados y vinos elaborados artesanalmente.
Las opciones incluyen hospedarse en casonas rurales o en estancias cordilleranas, para vivir una experiencia única, consustanciados con la cultura lugareña y alejados de lo cotidiano.
En ellas es posible volver en el tiempo y realizar paseos en sulkys o carruajes antiguos, conducir un tractor y presenciar el ordeñe, la doma y el herrado. Desde allí se puede partir rumbo a distintos establecimientos industriales (viveros olivícolas, bodegas, emprendimientos apícolas, frigoríficos y empacadoras, granjas educativas, criaderos de animales, etc.), conocer zoológicos de animales exóticos o emprender cabalgatas por el día o adentrarse en el cruce de la Cordillera.
El turismo rural se desarrolla en toda la provincia, donde más de un centenar de emprendimientos ofrecen un variado conjunto de actividades participativas.
Los horarios de atención, reservas y visitas, en general, deben pautarse previamente.
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