La larga aventura del ascenso al Aconcagua suma, hasta hoy, experiencias que van desde los descubrimientos arqueológicos hasta el encuentro con la muerte. Los museos provinciales y el Cementerio de los Andinistas dan cuenta de unos y otros destinos.
Desde que, en 1883, el alemán Paul Gussfeldt intentó el primer ascenso, se han sucedido múltiples intentos con mucho, poco o ningún éxito. En 1896, por ejemplo, una expedición dirigida por el científico inglés Edward Fitz Gerald, buscando una ruta distinta a la de Gussfeldt inaugura la vía que, con los años, sería la más habitual. Un año más tarde, el guía suizo Mathías Zurbriggen asciende en solitaria —por primera vez— en dos oportunidades.
El 8 de marzo de 1934, el teniente Nicolás Plantamura se convierte en el primer argentino en llegar a la cima. Hasta 1946, el Aconcagua es ascendido una veintena de veces por expediciones de distintas nacionalidades (la primera argentina data del año 1942 y está totalmente compuesta por militares; la primera chilena es de 1944). En 1940 tiene lugar la primera ascensión femenina: su protagonista es Adriana Bance de Link.
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